Cuánto tiene que durar una siesta para no ganar peso

Hacer una siesta después de las comidas es un hábito frecuente en muchos países, pero existen dudas en torno a la incidencia de su duración en el metabolismo.

 

Para muchos, es una necesidad para recuperarse de los efectos nocivos de un sueño nocturno insuficiente, mientras que para otros, es una cuestión cultural que no tiene por qué estar relacionada con un estado de cansancio. Para todos, la siesta es un verdadero placer. Sin embargo, quizá no se ha profundizado demasiado sobre su relación sobre ciertos marcadores que pueden entrañar un riesgo considerable para la salud.

Y ese es precisamente el espíritu de un reciente estudio internacional a cargo de expertos de las universidades de Murcia y de Harvard, que trató de dar respuesta a la incidencia de la siesta en la salud metabólica, teniendo en cuenta aspectos como la duración y otros como el momento de dormir y comer por la noche, la ingesta de energía durante el almuerzo, el consumo de tabaco y el lugar de la siesta, es decir, cama o sofá.

El trabajo, publicado en la revista Obesity, analizó los datos de 3.275 adultos de una población mediterránea que tenían la oportunidad de hacer una siesta, una costumbre culturalmente arraigada en la región, aunque hay que mencionar que sólo el 35% de los participantes dormía habitualmente después de la comida. Y de ese porcentaje, el 16% optaba por una siesta larga.

Teniendo esto en cuenta, el objetivo del estudio fue determinar la asociación entre siestas/no siestas y obesidad, considerando la duración de la siesta (larga: más de 30 minutos, corta: igual o menor a 30 minutos), y comprobar si los rasgos de la siesta y/o los factores del estilo de vida median en la asociación de las siestas con la obesidad y el síndrome metabólico.

Más no es mejor

Los resultados de la investigación demuestran que, quienes dormían la siesta más allá de media hora tenían un índice de masa corporal más elevado y más probabilidades de padecer síndrome metabólico que quienes no lo hacían. Además, quienes dormían menos de 30 minutos tenían menos probabilidades de presentar una presión arterial sistólica elevada.

Si se comparan los datos con el grupo que no dormía, las siestas largas se asociaron con valores más altos de índice de masa corporal, perímetro de cintura, glucosa en ayunas, presión arterial sistólica y presión arterial diastólica, así como con una mayor prevalencia del síndrome metabólico.

Fumar un mayor número de cigarrillos al día, los retrasos en los horarios nocturnos de sueño, una mayor ingesta de energía en el almuerzo o hacer las principales comidas del día más tarde, tienen incidencia sobre el riesgo de que una siesta larga afecte más. Incluso, el hecho de que se produzca en la cama en lugar de un sillón o sofá también lleva asociado efectos negativos. Todo ello relacionado con desequilibrios hormonales -como en el caso del cortisol- que provoca una alteración de los ritmos circadianos y los problemas asociados mencionados.

La siesta perfecta para la salud

La duración de la siesta puede ser relevante en la práctica clínica para el tratamiento de la obesidad y el síndrome metabólico. Eso sí, los investigadores indican que es necesario profundizar en el hecho de si las siestas cortas son más recomendables que las largas, especialmente en individuos con conductas que median en la asociación entre siestas largas y obesidad, como el retraso en las comidas y en los horarios de sueño, o en aquellos que fuman.

Además, también se hacen necesarios estudios para comprobar si una menor ingesta calórica en el almuerzo disminuye los efectos nocivos de las siestas largas sobre la obesidad y la presión arterial sistólica. No obstante, la importancia de la investigación radica en el hecho de ser un trabajo que por primera vez analiza la duración de la siesta en el marco de un determinado estilo de vida.

En cualquier caso, parece claro que quienes opten por la siesta no deben superar la media hora de sueño e incluso decantarse por el sillón o el sofá como lugar predilecto. De lo contrario, existe un mayor riesgo de sufrir diferentes problemas de salud, sobre todo si median varios factores que potencian los efectos perjudiciales de la siesta de larga duración.

Así pues, ya lo sabés, no más de 30 minutos. Esa es la siesta perfecta. Tampoco se trata de renunciar a ese pequeño placer.

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