La situación fiscal de Brasil sigue empeorando a pasos agigantados. El Gobierno de Lula da Silva solo lleva poco más de un año en el poder, pero este período de tiempo le fue suficiente para arruinar la herencia de superávit y responsabilidad fiscal dejada por su predecesor Javier Bolsonaro.
El resultado primario del Gobierno federal brasileño marcó un rojo equivalente al 1,2% del PBI al cierre de noviembre del año pasado, mientras que Lula asumió la presidencia con un superávit de por lo menos el 0,6% del producto en el mes de enero.
En muy poco tiempo, logró volver a poner a las arcas públicas en rojo, los recursos tributarios ya ni siquiera son capaces de solventar por sí mismos a los gastos corrientes. Pero a esto se añade un problema mayor, y es que Brasil paga una de las cargas por intereses de deuda pública más importantes de la región y de Iberoamérica.
El déficit financiero federal alcanzó el 6,24% del PBI en noviembre, únicamente comparable con el de la pandemia y con los déficits que hubo tras la crisis de 2014. De esta manera, el país sudamericano se convirtió oficialmente en el más endeudado de la región, el stock de deuda bruta del sector público llegó a representar hasta el 85% del PBI, superando así a la Argentina.
El Gobierno socialista no pudo avanzar por sobre la independencia del Banco Central retenido por Campos Neto, pese a sus numerosos intentos. La Ley de Autonomía firmada por Bolsonaro es una de las herencias más importantes de su administración, y todavía al día de hoy garantiza que Brasil mantenga una tasa de inflación controlada.
Esto obligó al oficialismo a buscar financiar su despilfarro fiscal a través de nuevo endeudamiento o de nuevos impuestos. Durante el año 2023 el Gobierno socialista estableció retenciones sobre la exportación de petróleo, impuso recargos sobre los juegos de azar y gravó las criptomonedas, entre otras medidas. Nada de esto fue suficiente para compensar el aumento del gasto.
Para el corriente año, Brasil prepara una amplia reforma impositiva que llevaría la tasa del IVA hasta el 27,5% (unificando una serie de impuestos internos), y convirtiéndose así en el país con el tributo más elevado del mundo, incluso por encima de los países nórdicos.
Por: Rodo Galdeano
Fuente: Derecha Diario
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