Los Pumas necesitaban una muestra de carácter, cambiar la cara de la contundente derrota ante los All Blacks hace una semana en Mendoza, y lo consiguieron de la mejor manera: el épico triunfo en la última jugada del partido ante los Wallabies en Australia significó mucho más que esos puntos para la tabla del Rugby Championship. Porque puede ser un envión anímico para lo que viene, que es nada más y nada menos que el Mundial de Francia, el máximo objetivo de la Albiceleste en la temporada.
«Necesitamos reaccionar», había pedido el entrenador australiano Michael Cheika a los jugadores argentinos, que respondieron con un triunfo por 34-31, pero también un rendimiento muy parejo en las formaciones fijas, la intensidad defensiva y la generación de juego, que permitió redondear una justa celebración en el Comm Bank Stadium de Sídney.
Para entender lo que ocurrió, a diferencia de la lógica, hay que empezar por el final. Un desenlace de locos para los fanáticos que madrugaron en Argentina y que también acompañaron desde la tribuna en Australia, donde se hicieron sentir muchas veces pese a estar en desventaja numérica con los anfitriones.
A los 74 minutos, cerca de su propio ingoal y cuando parecía que el desenlace era para Los Pumas, Mark Nawaqanitawase interceptó el pase de Nicolás Sánchez y se fue en soledad para apoyar su conquista, que ponía a los Wallabies 31-27 arriba, en una remontada de apenas 180 segundos, porque un ratito antes el que había conseguido el try era Samu Kervi.
La decepción era total, porque de una situación favorable para la Albiceleste, sentía cómo el triunfo se le escurría de las manos en una acción desafortunada y que podría haberse evitado.
Pero con el tiempo cumplido, Los Pumas no se rindieron, fueron percudiendo la defensa australiana muy cerca del ingoal, hasta que Juan Martín González -el hombre de los tries importantes- se la jugó saltando por sobre varios jugadores para desatar la celebración albiceleste en Sidney, antes de la conversión que dejó el marcador final.
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