Ricardo Enrique Bochini nació en Zárate el 25 de enero de 1954. Debutó en Primera División a los 18, el 25 de junio 1972, en un encuentro con River Plate por el viejo torneo Metropolitano que el «Rojo» perdió por 1-0. Marcó su primer gol en un clásico con Racing (1-2) jugado ese mismo año por el Campeonato Nacional.
Hablar de él, a quien simplemente se identificó como «El Bocha» como marca registrada, remite inequívocamente a destacar lo mejor del fútbol argentino, ‘Independientemente’ del período que se elija retratar.
Ricardo Enrique Bochini es algo más que el emblema de una institución que reflejó «Orgullo Nacional» y supo dominar la escena local en las décadas del ’70 y ’80. El otrora futbolista bonaerense es la genuina identificación con Independiente, con Avellaneda, con un juego vistoso, inteligente y efectivo. Nada más y nada menos.
El «Bocha», quien cumplirá este jueves 70 años, nació en Zárate el 25 de enero de 1954. Debutó en Primera División a los 18, el 25 de junio 1972, en un encuentro con River Plate por el viejo torneo Metropolitano que el «Rojo» perdió por 1-0.
Marcó su primer gol en ese mismo ’72, pero en el Campeonato Nacional, en un clásico con Racing (1-2), jugado en noviembre en cancha de Boca. Y disputó su último partido el 5 de mayo de 1991, con Estudiantes de La Plata (1-1), luego de que una patada de Pablo Erbín le provocase un dolor en la rodilla por el que tuvo que salir en camilla.
Hubo un retiro «simbólico» del eterno 10 en Barracas Bolívar, una aventura gerenciada oportunamente por el entonces periodista y hoy empresario de medios, Enrique Sacco, allá por 2007 y por el Torneo del Interior, en un choque con Deportivo Argentino de Pehuajó. Pero Bochini siempre fue emblema del «Rojo»: Independiente resultó siempre la casa del «Bocha».
Rapidez mental, visión periférica del juego y precisión quirúrgica para habilitar a compañeros en situación de gol. Esos se convirtieron, tal vez, en los atributos mágicos que enamoraron al hincha del «Rey de Copas», que siempre respaldó a un jugador que también exhibió su costado díscolo en alguna etapa de su carrera.
Porque no son pocos los que convivieron con él y resaltaron que el «Bocha» decidía no realizar completas las distintas pretemporadas en los comienzos de cada año, amparándose en que todavía «no había firmado el contrato» pertinente.
Horacio Cirrincione, histórico colaborador del DT José Omar Pastoriza, desmintió la especie y dijo: «No creo que hubiera especulación con ese tema. Nosotros por ahí le dábamos algunos días de licencia para que arreglara sus cosas y una vez que lo hacía se integraba al plantel sin problemas», aclaró.
Propietario de un paladar futbolístico bien definido, Bochini nunca ocultó que sus referentes en la posición de enganche resultaron Pelé, el peruano Teófilo Cubillas o Angel Clemente Rojas (Rojitas).
Y cuando apareció, el «Bocha» quedó subyugado por la calidad de un pibe llamado Diego Maradona que, curiosamente, lo tuvo de ídolo a él, cuando recién arrancaba la actividad profesional, allá por la década del ’70.
A lo largo de su carrera, solamente en el club de Avellaneda, anotó 108 goles en 714 partidos oficiales. Y esa cifra queda por debajo, por ejemplo, de registros que ostentan otros hábiles mediocampistas de la época como Norberto Alonso (164 tantos en 447 partidos); Diego Maradona (151 en 241) o Carlos Babington (126 en 305).
Sin embargo, aquellas voces críticas que se alzaron y le cuestionaron cierta «falta de gol» chocan contra una pared, cuando se recuerdan algunos tantos clave en su carrera.
Así, el estratega marcó el 1-0 frente a Juventus de Italia, pared mediante con su «compadre» histórico, Daniel Bertoni, para la victoria y consagración del «Rojo» en Roma por la Copa Intercontinental 1973.
El «Bocha» aportó tres goles en un clásico con Racing (Metropolitano 1974, en la Doble Visera); un solitario festejo tras un slalom en el que dejó atrás a seis rivales en un 1-0 sobre Peñarol de Montevideo (Copa Libertadores 1976), el tanto del empate 2-2 definitivo ante Talleres de Córdoba (final por el Campeonato Nacional 1977) y los dos frente a River Plate para el triunfo 2-0 (final del Nacional 1978, jugada durante los primeros días de enero de 1979).
Bochini fue crack, es ídolo y será leyenda para un Independiente que añora esos tiempos de protagonismo a nivel local y continental. E inclusive internacional, como ocurrió en diciembre de 1984, cuando el «Rojo» derrotó por 1-0 a Liverpool en Tokio, para alcanzar la Intercontinental de ese año, con gol de José «Mandinga» Percudani.
Cuatro Copas Libertadores (1973, 1974, 1975 y 1984), dos Intercontinentales (1973 y 1984), tres Interamericanas (1973, 1974 y 1976), dos Campeonatos Nacionales (1977 y 1978), un torneo Metropolitano (1983) y un campeonato de Primera División (1988-1989) integran la nómina de conquistas alcanzadas por Bochini, siempre en el «Rojo» de Avellaneda.
Y la frutilla del postre resultó la Copa del mundo en México 1986 con el seleccionado argentino, aún cuando tuvo apenas un mínimo rodaje en el encuentro semifinal ante Bélgica (2-0), cuando ingresó por su compañero en Independiente, Jorge Burruchaga.
«Sólo le pido a Dios, que Bochini juegue para siempre; siempre para Independiente, para toda la alegría de la gente» rezaba el cántico-súplica que la parcialidad del «Rojo» enarbolaba en los ’80, en tiempos de restablecimiento de la democracia con Raúl Alfonsín en el Gobierno y en un período en que artistas como León Gieco (compositor del tema original) o Mercedes Sosa (volvía de un exilio en Europa) volvían a gozar del reconocimiento popular, sin prohibiciones ni censuras.
Bochini no sólo es patrimonio de Independiente (que lo homenajeó tardíamente y le puso el nombre a su estadio recién en 2021) sino también de un fútbol argentino que exhibe un puñado de elegidos que trascienden camisetas y son de reconocimiento genuino de todos.
En ese selecto núcleo están, entre otros, Diego Maradona, Lionel Messi, Angel Di María, Juan Carlos Cárdenas, Amadeo Carrizo, Ermindo Onega, Rojitas, René Houseman y Juan Román Riquelme, por citar sólo algunos.
A los 70, «El Bocha» es «orgullo nacional» de Independiente por lo que generó dentro de una cancha, pero más por el sentido de pertenencia y fidelidad exhibido a una camiseta, que supo defender con armas nobles y leales.
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