Más de cuatro millones de personas participaron en el armado del nuevo bastón presidencial
Más de cuatro millones y medio de personas participaron en la construcción del nuevo bastón presidencial, que fue entregado el pasado 6 de diciembre por el orfebre Juan Carlos Pallarols, quien los realiza desde 1983, cuando fue la asunción de Raúl Alfonsín.
«Lo más bonito de este bastón, que estamos haciendo ya hace 40 años, es que cada vez participa más gente. Empezamos con el bastón de Alfonsín en 1983 en el que trabajaron entre cinco y siete mil personas. Hoy estamos arriba de los cuatro millones y medio de personas», expresó el reconocido artesano.
Según detalló, la confección del bastón comenzó hace un año y «con la ayuda de un amigo que trabaja con una moto lleva la empuñadura con un martillo y un cuaderno para que la gente pueda participar de su armado por todo el país».
De esta manera, el orfebre estimó que más de 550 escuelas y 300 ciudades formaron parte de la confección de este símbolo patriótico.
El diseño de los bastones presidenciales está compuesto por la empuñadura y el regatón, confeccionados en plata 925 y madera de urunday, nativa de Argentina.
El orfebre detalló que el urunday es una madera de trabajo, no decorativa, que tiene varias virtudes como su resistencia, ya que no se corrompe frente al agua, el frío o el sol, y una vez pulida no hace falta lustrar porque quede brillante y no necesita ser barnizada.
«La descripción que yo hago del bastón entre todas sus virtudes es que el mandatario se mantenga recto y brillando por sus ideas propias. Este año trabajamos con madera de Chaco e hicimos ceremonias con pueblos originarios para pedir permiso para extraer la madera», relató.
El diseño del bastón incluye en su empuñadura 24 flores de cargo, una por cada provincia argentina y, como homenaje a las Islas del Atlántico Sur, tres pimpollos, acompañados por el escudo nacional en el medio.
Sobre pedidos especiales por parte de los mandatarios, el artesano explicó que «no hay problema en agregar algo» siempre y cuando «no modifique la estructura del bastón».
«Carlos Menem me pidió en el bastón de su segundo mandato un Sol de Mayo hecho por su hijo que había fallecido hace poco como homenaje. Alberto (Fernández) me pidió que le agregue la frase ‘Argentina de pie’ con letra chica», añadió.
Previo a 1983, los bastones de mando eran de madera de malaca con elemento de oro macizo de 18 quilates y dos borlas, pero desde el retorno de la democracia el orfebre decidió ponerle una impronta más nacionalista y producirlo con elementos y símbolos representativos del país.
Pallarols, el reconocido orfebre que le dedicó poemas a sus herramientas
El reconocido orfebre argentino Juan Carlos Pallarols contó los secretos detrás de algunos de los cientos de elementos con alto interés histórico que posee en su casa-taller y ponderó el valor de sus herramientas de trabajo a las que, según dijo, les escribió poemas de amor.
El orfebre y platero, que realiza los bastones de mando presidenciales desde 1983 y logró que más de cuatro millones de personas participaran en el armado del que será entregado el domingo, recibió al equipo del diario en su taller ubicado en el barrio porteño de San Telmo, en donde se asentó hace 54 años.
La casa, que también funciona como museo, fue previamente un conventillo y una cantina llamada Sorrento que en el año 1969 Pallarols decidió comprar.
Cada rincón del inmueble está ocupado por piezas de todo tipo: lirios, cuadros, pelotas de fútbol obsequiadas por Diego Maradona, la copia del sable corvo de San Martín, bastones presidenciales y provinciales, incluso modelos de estribos de mujer, y diversos instrumentos musicales como bombos, violines y un piano de cola.
Sobre la mesa del comedor central, vigilado por un cuadro de San Martín cruzando la Cordillera de los Andes de 2,60 por 2,20 metros hecho por su padre, se encuentra un fuentón con material bélico proveniente de Israel, Palestina, Rusia y Ucrania, esperando ser fundidos para formar sus reconocidas rosas.
Las rosas por la paz son una artesanía colectiva elaborada en bronce a partir de la fundición y forjado de vainas servidas y material bélico provenientes de zonas de conflicto en las cuales el reconocido artesano, según él mismo describió, busca transformar «en material para la paz».
En su familia, el oficio pasó de generación en generación desde el año 1735 en Cataluña, manteniendo las técnicas y algunas herramientas conservadas por más de 200 años, incluido un compresor a pedal en donde modela sus creaciones.
Juan Carlos Pallarols nació en Banfield, provincia de Buenos Aires y, acompañado por el aroma a metal y viruta de su taller, rodeado por cientos de herramientas y objetos, contó a Télam que cada mañana a las seis y cuarto toma un mate cocido mientras recorre y admira su espacio de trabajo y acomoda las cosas «que no están en su lugar».
«Esta es la sexta generación que se dedica a la orfebrería, los catalanes son muy prácticos en ese sentido», comentó a esta agencia.
Para Pallarols, el valor del trabajo y la enseñanza del oficio en la familia son fundamentales, tal es así que en medio de su taller tiene un arco en el cual se lee «… y sigo jugando con el abi», en honor a su abuelo, que le enseñó las primeras nociones de oficio.
El «abi» (abuelo en catalán) fue uno de los encargados de realizar gran parte de la iluminación del Teatro Colón por el aniversario del Centenario de la Independencia argentina, especialmente la araña central, la que 13 años atrás Pallarols restauró, siguiendo el cincelado preciso de su abuelo.
«Cuando caminaba por esa especie de gran espumadera de seis metros de diámetro pensaba por dónde había caminado y qué habría hecho. Era una sensación muy bonita. Eso fue lo que inspiró la frase del arco», recordó.
En su taller lo acompañan tres personas que lo asisten en las tareas cotidianas del oficio: «Nosotros hacemos pocas tareas porque son muy lentas. Son muchas horas de trabajo para pequeños detalles. Eso es lo que nos mantiene vivos, despiertos y lo que nos mantiene felices».
Sobre su proceso de trabajo, el orfebre detalló que comienza dibujando sus propios bocetos y con precisión decide el lugar en donde va a ir cada una de las figuras que tenga que moldear.
A sus 81 años, reconoció haber escrito poemas de amor a sus herramientas: «Recuerdo a mi abuelo y a mi padre usando los martillos que uso ahora. De alguna manera está todo vivo, y siento un amor profundísimo por la lealtad de estas herramientas, que están siempre dispuestas a trabajar», profundizó.
En todos los rincones de su casa hay vestigios de los dotes artísticos que pasaron de una generación a otra, como los cuadros que pintaba su padre para pagarse los estudios en Bellas Artes.
En el comedor posee un retrato de su abuelo disfrazado de mosquetero y varias láminas de tipo japonesas, las cuales, si se observan con atención, podrán apreciar que lo que parece un hiragana japonés (símbolos que conforman la escritura nipona) es en realidad la firma de su padre.
Además, el orfebre comentó que durante un tiempo resguardó en su casa el sable corvo de San Martín, al que le realizó una copia y le dio una medida de la boca vaina a los Granaderos por si «alguien quisiera meter gato por liebre» ya que siempre «hay que prepararse para los pícaros».
Pallarols mantuvo diálogo con muchos presidentes a lo largo de los últimos años y una de las anécdotas que recordó con cariño fue con Néstor Kirchner, quien era conocido por utilizar biromes para firmar documentos oficiales.
«Me dijo que nunca iba a usar mis plumas. Entonces cuando me regaló una de sus biromes le hice el ‘capuchoncito’ de plata para que tuviera», rememoró.
Actualmente, se encuentra realizando un libro en honor a Juan Manuel Fangio, quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, en el que dejará inmortalizada su primera carrera.
Consultado por un proyecto que destaque, sostuvo: «El trabajo que más me ha gustado fue enseñarle a mis hijos, después a mis nietos y ahora a mis bisnietos. Lo que no faltan son proyectos y ganas. Mientras de la cuerda, me vas a encontrar siempre acá».
Fuente: TÉLAM
Por: Graciela Herrera
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